La primera escuela de equitación de Bogotá: El Manège Clement Lyon

La primera escuela de equitación de Bogotá: El Manège Clement Lyon

Por: Andrés Venegas, historiador. Historia del Polo en Colombia @poloencolombia

Aunque suele creerse que la primera escuela de equitación que existió en Bogotá fue la del alemán Willy Alfred Sachse —uno de los grandes pioneros de la equitación en la ciudad— en la antigua Hacienda de Jauja, aledaña al Polo Club de Bogotá en su sede de Buenavista, lo cierto es que fue un bogotano de padres franceses quien dio inicio a las actividades ecuestres en la ciudad. Alfredo Clement Lyon, quien tras la prematura muerte de su padre fue enviado a Francia a continuar sus estudios y prestar el servicio militar, regresó al país al enterarse de que su madre estaba enferma y debía encargarse del negocio familiar. Sin embargo, su pasión por los caballos lo llevó por otro camino.

Tras organizar algunas pesebreras, decidió abrir uno de los primeros negocios de alquiler de coches en la ciudad, que se diferenciaba por su calidad: todos los cocheros vestían impecablemente uniformados y sus caballos criollos eran, en palabras de Tomás Rueda Vargas, “ágiles y lucidos como pocos”.

Su gran afición por los caballos lo llevó a ser jinete en el efímero Hipódromo de Chapinero, donde las carreras eran organizadas por el Jockey Club, los caballos eran criollos y aún se montaba a pelo. No sería sino hasta la importación de Sagitario —un caballo Pura Sangre Inglés traído por Alejandro Urdaneta— que se empezó a mejorar la genética de los caballos criollos, y las carreras comenzaron a mostrar avances en infraestructura, reglamentos y tradiciones en torno al turf. Gracias a este cambio, trasladó su afición a la cría de caballos PSI y media sangre para los hipódromos de La Magdalena y La Merced, con gran éxito.

Sin embargo, al declinar el negocio de los coches, Clement Lyon decidió abrir su manège o escuela de equitación en los terrenos de Paiba, en la actual calle 13 con carrera 30. Hacia 1910, con treinta caballos —todos muy bien ensillados y aperados— empezaba a funcionar la escuela. Inicialmente enfocada en enseñar a montar a caballo a hombres, mujeres, niños y niñas, también se dedicaba a la doma, e incluso a enseñar a conducir coches de uno o dos caballos.

Tal era el nivel de equitación que manejaba la escuela, que se ofrecía una medalla de honor en el Hipódromo de La Merced a sus alumnos, por carreras de 1.600 metros con obstáculos.

Parte de su currículo incluía trabajo en picadero, salto de obstáculos, carreras, trabajo en campo y voltige (volteo), siendo probablemente la introducción de esta disciplina ecuestre en el país. Al mismo tiempo que se dedicaba a la escuela, continuaba como criador y organizador de algunas carreras en el hipódromo, y en algunas ocasiones como juez de tiempo en el Polo Club de Bogotá.

Desafortunadamente, tras haber enseñado a montar a caballo a toda una generación, el manège se vio forzado a cerrar sus puertas, y Alfredo Clement Lyon se dedicó a la administración de una hacienda en el Valle de Samacá. Tras vivir una vida dedicada a los caballos y la equitación, Clement Lyon moriría en la pobreza absoluta, viviendo de pequeñas ayudas de sus antiguos alumnos y miembros de la comunidad hípica bogotana.

Alfredo Clement Lyon fue más que un pionero: fue el artífice de la equitación en Bogotá. Su legado forjó los cimientos del deporte ecuestre en el país. Aunque su nombre cayó en el olvido, su huella permanece indeleble en la historia de quienes cabalgan con determinación y orgullo.

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