Uruguay siempre ha sido un referente ecuestre para el enduro en Colombia. Desde mi primera visita en 2013, escuché sobre el raid. Sin embargo, nunca tuve tiempo de ponerle mucha atención. Ahora, después de varios viajes fugaces, constantemente oía hablar sobre el raid, sus reglas, su cultura y la emoción con la que se vive en el radio. Aproveché la cercanía con una de las carreras de enduro para quedarme y conocer la carrera de Patria Libre. Esta no era una carrera cualquiera, era la del pueblo de Zapicán, pueblo de dónde vienen los caballos y los dueños de Pio Endurance, equipo con el que entreno, y donde viven Pedro y Magela, parte fundamental de este equipo.
El raid es el deporte nacional y se inventó a raíz de las incursiones en el campo enemigo en Brasil, donde iban galopando para revisar dónde estaban los ejércitos y volvían. Las trayectorias eran más largas a la ida (por eso la primera etapa suele ser mayor) y cortas al regreso para evitar ser alcanzados. El raid de Zapicán se llama Patria Libre y comenzó en 1986, un año después de salir de la dictadura, haciendo alusión a la libertad. La carrera tendría una primera etapa de 50 km y una segunda de 30 km.
La expectativa era alta, los nervios también. El Mati era el caballo al que yo iba a acompañar y a quien llevaba viendo toda la semana en sus últimos entrenamientos. Lo iba a correr Pio, en su tierra, la tierra donde su papá, su tío, Pedro que es como su otro hermano, fueron campeones, donde creció y se convirtió en quien es. Llegamos al pueblo y desde ahí empecé a darme cuenta de lo bonito y significativo que era todo esto. El pueblo estaba lleno de quioscos con ventas de ropa, juegos, comidas, bebidas, era un pueblo alegre y lleno de vida. Esta es la fiesta del pueblo, de la familia, de la gente que trabaja para que todo salga bien. Es la fiesta en donde desde Julián Mateauda de menos de un año hasta Carlos Alberto Segredo a sus más de setenta disfrutan.
Todos los inscritos en el raid son recibidos en las casas de las familias del pueblo, que abren sus puertas, sus jardines y sus garajes para que los jinetes, sus caballos y acompañantes se alojen. En cada casa se reúnen un gran grupo de gente a hacer asados, tomar mate y cenar juntos, compartiendo experiencias, estrategias, consejos y buenas comidas. La organización detrás del Raid llevaba meses; Magela había estado haciendo documentos y enviando permisos desde febrero. Ahora ya faltaba poco, pero lo más importante era organizar el sobre de cada participante con el mapa, el número, las tarjetas del retorno y tener listos los recibos de pago. Mientras tanto, Pedro ponía las banderas de los patrocinadores en distintas calles y puntos clave para sumarle emoción al día; y en la carpa organizaban las bebidas de la cantina, y se aseguraban de tener cambio suficiente y todo lo necesario.
A medida que pasaban las horas del sábado, el pueblo se iba llenando y el boulevard principal se iba convirtiendo en el escenario para el chequeo veterinario. Los caballos no sólo hacían un chequeo veterinario parecido al de enduro, sino que también se les tomaba una muestra de sangre para medir los hematocritos y el nivel de proteína, evaluando su hidratación. No voy a negar que el raid es la prueba más exigente que he visto para un caballo y que son llevados al límite, pero todo el cuidado que hay antes, durante y después es muy importante. Los caballos pasan este primer trote y luego son marcados con un número en un círculo frente a todos. Los números muchas veces son sagrados y hay jinetes que, si no consiguen su número de siempre, prefieren no correr. Es un deporte de tradición, por lo que los agüeros nunca faltan. Luego está la tradicional charla de jinetes, para aclarar dudas, y el pesaje, muy estricto, donde cada pelero y la silla son marcados con un zuncho que debe ser el mismo cuando acabe la competencia.
Esa misma noche hay un remate y un baile, baile que se acaba casi a las 5 a.m., del cual se sale a ensillar los caballos (eso debo confesar que sí me parece un poco descabellado, podrían empezar el baile a las 9 p.m. y así alcanzar tanto a bailar más como a descansar algo). Para entonces, ya habíamos comido unos buenos kilos de colita de cuadril, asado de tira, cordero, pascualinas, pan galleta y mucho más. Mientras los caballos descansan, la gente se alimenta de manera muy extrema, cada charla incluye muchos bocados.
La carrera arrancó a las 6:10 am, el calendario de todo el año ya tiene marcada la salida para cada raid, y arranca una carrera de los binomios y también de los equipos en los carros, y el nivel de adrenalina que se maneja en todos lados es inmedible. Un equipo con personas claves como el chofer (con instinto suicida) que tiene que ponerse al lado del caballo, compitiendo contra todos los otros carros, un herrero, unas personas que mojan, otros que analizan la competencia, revisan la temperatura, la humedad; cada persona de los carros y de toda la organización tiene una tarea clara. A lo largo de los kilómetros, los caballos van corriendo y se van mojando, mientras el equipo de la punta se va formando poco a poco. A diferencia del enduro, donde se recibe una botella de agua de vez en cuando, en esta carrera la tarea más importante del carro es lograr pasarle al jinete una manguera para mojar mientras él no para de galopar. El objetivo es mantener al caballo bien hidratado, lo que implica mantenerse al lado del animal mientras se moja y estar listo para alejarse, acercarse o ponerse un poco más adelante, todo para que el caballo se moje adecuadamente. Además de estas tareas, el equipo del carro se dedica a comer pasteles, panchos, tomar mate y todo lo necesario para mantener la energía durante la competencia.
Después de los primeros 50 kilómetros se llega al campo de neutralización que es también un espacio clave, con mucha agua para enfriar a los caballos, un buen sitio donde corre el aire, las líneas de trote, la cercanía de los carros para hidratar y alimentar a jinete y caballo. Aquí los caballos descansan, toman aire, se recuperan un poco y arrancan para su segunda etapa. En esta etapa es emocionante ver a los caballos adelante, en pleno esfuerzo, dando lo mejor de sí mismos. También es duro entender que algunos se quedan sin energías por la extenuante prueba. El grupo de los punteros se va filtrando dejando sólo unos 3 o 4 caballos, que recorrerán juntos los últimos kilómetros.
El Mati estuvo en la punta, demostrando su potencial como un excelente caballo a pesar de su juventud y poca experiencia. Lideró casi toda la carrera y finalmente consiguió un tercer puesto. Después de 80km se llega a la meta, la entrada al boulevard con los aplausos de todos es emocionante, pasando junto a la estatua de los campeones, al lado de las familias de muchos de los jinetes, familias que han corrido varias generaciones como la Carrasco u Olascoaga, familias que llevan el raid en la sangre y que esta es su pasión.
El resto del día se pasa junto al caballo, cuidándolo, hidratándolo y recuperándolo con el apoyo de los veterinarios. Los veterinarios no sólo van pasando chequeándolos uno a uno varias veces, sino que hacen también un control de doping a los ganadores y a veces a otros aleatoriamente. Los caballos han cumplido y merecen ser consentidos. El día se cierra con una premiación repleta de gente, dirigida emotivamente por Fabián Miraballe quien tampoco ha parado un minuto durante el día, una cena en conjunto, música agradable y el ganador dando a beber a todos los invitados cerveza de la copa recibida. Se comparte la alegría y el esfuerzo de la competencia. Luego viene otro baile, una despedida y un adiós hasta la próxima, agradeciendo a todos por la experiencia inolvidable.
Al día siguiente, el pueblo va desocupándose poco a poco, los acompañantes de los jinetes se van, y luego de la presentación oficial y de la última revisión veterinaria, los caballos empiezan también a volver a casa. Una edición más para el Raid Patria Libre que se cierra con 13 de 31 caballos completando los 80 km satisfactoriamente.